Las secuelas de la cirugía del melanoma dependerán de su localización y del área de superficie cutánea extirpada.
La principal consecuencia es la cosmética, que afecta seriamente al físico del paciente. En ocasiones, las cicatrices originadas son tan dolorosas que puede llegar a ser necesaria su extirpación.
Los pacientes sometidos a un vaciamiento ganglionar regional pueden desarrollar en la evolución posterior una retención de líquidos en la extremidad, por debajo de la región ganglionar operada. Por ejemplo, el acúmulo tendrá lugar en una pierna si la linfadenectomía se ha practicado en una ingle o en un brazo si la intervención se realizó en la axila. Esto se debe a que los ganglios linfáticos se ocupan de llevar a cabo el drenaje de líquidos que se acumulan en los tejidos de las extremidades debido al efecto de la gravedad.
Esta acumulación, que recibe el nombre de linfedema, se define como una dolencia de carácter crónico con episodios de mejoría y de reagudización. El tratamiento radica en medidas posturales y compresivas, a ser posible dirigidas por un especialista en rehabilitación.
Este fenómeno no se produce siempre y afecta sobre todo a pacientes con problemas circulatorios.
En la extirpación del melanoma es totalmente recomendable eliminar parte de la piel sana que se encuentra alrededor de la lesión. En ciertas situaciones, el defecto originado en la piel puede cerrarse de forma sencilla aproximando bordes, pero cuando esta operación no es posible se recurre a injertos o colgajos cutáneos, obtenidos generalmente de las piernas o la región glútea del propio paciente.
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